LA INAUGURACIÓN
Estaba atardeciendo y el viento aumentaba a lo largo de la costanera, justo frente al nuevo teatro. Yo estaba con el grupo de profesionales de la prensa que se ubicaba cerca de las autoridades, quienes recorrían la alfombra roja, iluminada por grandes focos y los flashes de las cámaras de fotógrafos y celulares. El frío se intensificaba y todos queríamos ingresar luego al recinto, incluyendo los invitados y el público que aguardaban fuera de la luz de los reflectores.


Al detenerme a mirar a esa multitud expectante que aguardaba estoicamente, me sorprendí al distinguir a una figura muy conocida: junto a su hija, estaba el principal gestor de la construcción de esta importante iniciativa. Me desconcertó verlo allí, esperando con paciencia junto a otros ciudadanos que habían contribuido durante años a erigir esa obra.
Llamaba mi atención ese grupo de personas en particular, aguardando a que las autoridades ingresaran con toda la fanfarria propia de la ocasión: la inauguración del Teatro Regional del Bío Bío. Me pareció, a lo menos, curioso y un poco injusto. Decidí salir de mi posición entre los colegas y dirigirme hacia ellos. Además de conversar con aquellos que, por circunstancias del destino, ocupaban los primeros lugares en este evento, había una persona que también quería entrevistar. Ya lo había hecho antes, como Seremi de Cultura y presidente de la Corporación Teatro Pencopolitano, pero quise insistir en preguntarle sobre qué había pasado con el diseño de arquitectura de Borja Huidobro y qué relación había con el teatro que se inauguraba ese día, en el mismo lugar donde debiese estar el que la comunidad había esperado 25 años para concretarse. Yo tenía mi propia teoría y sabía que era la misma iniciativa cultural, el mismo terreno, con algunos cambios con respecto a la idea original y al nombre. Pero necesitaba profundizar en ese proceso para transmitirlo correctamente al público, quien también había sido parte de él.
Me sorprendí nuevamente, cuando se negó cortésmente para una entrevista en ese momento, dándome la esperanzas de conversar más adelante. Lo que sí me contó fueron dos cosas: la primera, que sólo había recibido una entrada individual para el evento, dejando afuera a su familia, que lo había acompañado en todas, siendo copartícipe en su gestión y logros. Alguien reparó el hecho y, después de un tiempo, le llegó una segunda invitación para su esposa, Valentina Domínguez, pudiendo asistir, finalmente, su hija Andrea.
Lo segundo que me dijo fue que había hechos públicos imposibles de ignorar para cualquiera y que debieran llamar mi atención: “Hoy, están celebrando muchas personas que como autoridades o funcionarios públicos regionales impidieron la materialización del teatro durante el gobierno de Lagos; hicieron imposible que se retomara el tema con la presidenta Bachelet y que trataron, por todos los medios, de impedir que el presidente Piñera cumpliera su promesa, sin lograrlo. Porque igual pudimos hacer el concurso de arquitectura y obtuvimos su financiamiento. Irónicamente, son estas mismas personas que tú puedes encontrar en los registros de prensa, que finalmente y porque no les quedaba otra alternativa, asumieron sus nuevos cargos públicos regionales para verlo en su última etapa, la construcción, e inaugurarlo hoy”. Nos despedimos y me quedó dando vueltas lo que dijo. Ya dentro del teatro, parte del público coreó el nombre de King, reconociéndolo como su legítimo gestor. Lo observé sentado en la platea, detrás de un pasillo, y me pareció verle una sonrisa tranquila, como la que tiene quien sabe que ha alcanzado sus logros.

Juan Eduardo King.
De eso, ya han pasado varios años y, finalmente, nos reencontramos. Le volví a insistir que me contara por qué en el terreno del Teatro Pencopolitano estaba el Teatro Regional del Bío Bío y me respondió: “Después de tanto tiempo, me vuelves a pedir que te cuente lo que ha pasado. Reconozco que he evitado darte una respuesta. Es que, simplemente, me complica volver sobre algo a lo que dediqué parte significativa de mi vida y que, debido a ciertos detalles de su gestión y administración, me produce algo de preocupación. Pero quizás, tengas razón. La ciudad merece conocer su participación en esta historia que tiene características épicas, dignas de rememorar. Incluso, tengo la esperanza en las nuevas generaciones para que este teatro esté realmente al servicio de toda la región como fue la iniciativa original".