UNA LÁMPARA EN EL BÍO BÍO

"No fue simple retomar el tema de la construcción del teatro como director regional del Consejo de la Cultura y las Artes" nos confiesa Juan Eduardo King. Para poner en marcha un proyecto como el deseado, había que hacer múltiples estudios de viabilidad, de programación, de las presentaciones artísticas que se montarían y presentarían; sus costos, financiamiento y mil más que deberían ser aprobadas, incluso por el Ministerio de Desarrollo Social. Entonces, me detalló cómo el proyecto original fue cambiando con el tiempo con el objetivo de materializar su construcción:

“Al inicio, nosotros no dudamos que trabajaríamos con el proyecto arquitectónico de Borja Huidobro y Roberto Benavente, que nos complacía mil por ciento. Durante el gobierno de Ricardo Lagos habíamos tenido la ratificación presidencial y legal de que no era necesario un concurso de arquitectura previo. Sin embargo, la exigencia de que se hiciera un concurso de arquitectura apareció como inamovible en palabras del Ministro Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Luciano Cruz Coke: “Por transparencia” me dijo. Insistí sin resultado. Quizás debí pedir audiencia con el propio presidente Piñera, para que se reconsiderara, pero no lo creí adecuado en ese momento, ya que la postura del ministro daba las cosas como zanjadas y sin cambios.

Teatro Bío Bío

Juan Eduardo King, director regional de la Cultura y las Artes y Víctor Lobos, intendente del Biobío, mostrando el terreno del teatro a Luciano Cruz Coke, ministro de la Cultura y las Artes.

Teatro Bío Bío

Letrero del teatro en el terreno en la Costanera. Aparecen en la imagen: arquitecto Borja Huidobro; senador José Antonio Viera-Gallo; alcaldes de Concepción, Jacqueline Van Rysselberghue; de Chiguayante, Tomás Solís, y de San Pedro de La Paz, Jaime Soto; representantes de las universidades de Concepción y del Bío-Bío; representante del Ministerio de Vivienda y directores de la Corporación Teatro Pencopolitano: Alejandro Witker, Juan Eduardo King, Marcelo Contreras, Eduardo Meissner, Alicia Estrada, Mercedes Pujol, Annemarie Maack, Adriano Cecioni y Carlos Martínez.

Maqueta 3D del Teatro Pencopolitano

Maqueta 3D del Teatro Pencopolitano, diseño de Borja Huidobro.

Borja Huidobro, durante el seminario 'Ciudad, Cultura e Identidad'

Borja Huidobro, durante el seminario 'Ciudad, Cultura e Identidad', en San Pedro de La Paz, 2001.

La determinación inamovible de concurso a ningún director de la corporación le agradó. Todos habían aceptado con entusiasmo el proyecto de Borja Huidobro. Para mí fue un golpe muy duro, tan agobiante, que pensé renunciar y no seguir adelante con el proyecto y, obviamente, en el cargo en que me pusieron por y para el Teatro Pencoplolitano.

Lo del teatro mismo, de una forma u otra, no era lo peor. Para mí fue tener que decirle a Borja Huidobro que su acabado esbozo de proyecto de arquitectura ya no sería posible sin un concurso de por medio. Él se había comprometido emocional y espiritualmente con el Teatro Pencopolitano, le había dedicado muchas horas de trabajo, pagó dibujantes, vino desde París a Concepción, costeándose los pasajes y estadía sin que nosotros le hubiésemos reembolsado nada. Lo único que pagamos fue el valor de la maqueta hecha en Francia, para lo cual la Municipalidad de Concepción puso el importe. Pero nada más.

Borja Huidobro es una persona extraordinaria, como hay pocas. Su éxito no lo cambió y siempre fue una persona equilibrada. Tuve la suerte de hacernos amigos. Una vez nos encontramos en París y nos llevó, a mi esposa y a mí, a lugares interesantes que nunca habíamos visitado. Cómo decírselo, entonces. Me demoré dos o tres días en atreverme a llamarlo. No reaccionó mal, lo aceptó como “cosas que pasan” y fue él quien terminó tranquilizándome. No aceptó la idea de participar en el concurso, porque, según me dijo: “Si presento un proyecto y lo gano van a decir que estaba decidido. No, no participaré”.

Como puedes apreciarlo, continuamos nuestro trabajo. No es necesario entrar en detalles. Hubo que ver todo lo de su administración y financiamiento nuevamente. Cuántas presentaciones musicales, de ópera, ballet, musicales, música sinfónica, de cámara, música popular para la sala principal. También lo que debería hacerse en la sala menor, principalmente para teatro, jazz y otras expresiones artísticas. Determinar si debería tener elencos propios o no, sobre lo que la opinión unánime fue que no los tuviera, pues debería estar abierto a todos los artistas y elencos propios o financiar la preparación de obras propias, significaría gastos imposibles de solventar y quitaría espacio a los artistas y conjuntos que los había de gran calidad, tanto para presentación regionales, nacionales e internacionales. Se estudió el costo de las presentaciones posibles y cómo se financiarían. El Teatro debería ser autofinanciable, aunque para los dos primeros años sí habría una subvención. Todo pasó para su revisión a reparticiones fiscales, incluso obtuvo aprobación del Ministerio de Desarrollo Social.

Para financiar el costo de construcción, un tercio debería ser del Gobierno Regional. Y, como ya sabíamos que pasaría, nuevamente hubo oposición de parte de algunos consejeros regionales. Oposición que nuevamente trascendió y generó revuelo por todas las publicaciones en la prensa escrita, radial y televisiva. Aunque debería estar acostumbrado a estas oposiciones, a veces odiosas, esta vez me descuadré y dije a los periodistas que si el teatro no se hacía, habría ganado la mediocridad. Me arrepentí luego, porque les daba pauta para aumentar el enojo y que se hiciera fuerte la postura de no financiamiento. Afortunadamente, al parecer, prefirieron eludir el calificativo y las conversaciones siguieron”.

En el año 2001, con la promesa del presidente Ricardo Lagos de apoyar la construcción del Teatro Pencoplolitano, el directorio de la Corporación Teatro Pencopolitano, decidió que su propiedad y administración estuviera a cargo de una corporación de mayor envergadura que la actual, compuesta de sólo personas naturales, para lo que era necesario constituirla. Y trabajaron en ese sentido.

Teatro Bío Bío

Ceremonia para la Firma de Constitución de la Corporación Cultural Pencopolitana, Intendencia Regional, 8 de junio de 2001. En la imagen aparecen: Juan Eduardo King, Aldo Ramaciotti, Seremi de Vivienda del Bío Bío, y el senador José Antonio Viera-Gallo.

Teatro Bío Bío

Reunión de directorio de la Corporación Cultural Pencopolitana en el Estadio Español de Chiguayante: el representante de Sergio Lavanchy, rector de la UdeC; Hilario Hernández, rector de la UBB, y Jacqueline Van Rysselberghue, alcaldesa de Concepción.

Teatro Bío Bío

Reunión de directorio (continuación de la fotografía de arriba): Juan Eduardo King, representando a la Corporación Teatro Pencopolitanalo; Jaime Soto, alcalde de San Pedro de La Paz; Tomás Solís, alcalde de Chiguayante, y el representada de Leocán Portus, alcalde de Talcahuano.

Así se constituyó la Corporación Cultural Pencopolitana en una Ceremonia de Honor, encabezada por el propio Intendente Regional, Jaime Tohá, el 8 de junio de 2001 en el edificio de la intendencia Regional.

Asistentes, como futuros socios fueron: La Municipalidad de Concepción, representada por Jacqueline Van Rysselberghue; la Municipalidad de Talcahuano, representada por Leocán Portus; la Municipalidad de Chiguayante, por Tomás Solís; la Municipalidad de San Pedro, por Jaime Soto; la Universidad de Concepción, por su rector, Sergio Lavanchy, y la Universidad del Bío Bío, por su rector Hilario Hernández. Además, asistieron los senadores José Antonio Viera Gallo, Hosain Sabag y Augusto Parra; miembros del Consejo Regional; de los Consejos Municipales y, obviamente, los directores, socios y simpatizantes de la Corporación Teatro Pencopolitano.

King me comenta que “esta corporación que aparecía a nuestro criterio como la persona jurídica más adecuada para ser propietaria del futuro teatro y a la cual se le agregarían otras municipalidades e instituciones, no fue aceptada por los consejeros regionales para ayudar con recursos a la materialización del proyecto ciudadanos que vamos comentando.

Para resumir y concluir: se aceptó que el teatro fuese de propiedad del Gobierno Regional, que habría una nueva corporación a la que se le cedería en préstamo o comodato el edificio para que lo administrase; que en esa corporación los consejeros o el Gobierno Regional tendrían cinco representantes de once que compondrían el directorio y que los seis restantes los designarían las corporaciones o fundaciones culturales que serían socias de esta nueva corporación.

No fue fácil acordar la composición del directorio, ya que los consejeros regionales insistían en que deberían ser todos ellos representados en la nueva corporación con siete miembros. Insistían en que debía haber un director por partido político. Más allá que por el número de directores era inviable, el hecho de que quisieran introducir directores por sus convicciones políticas no nos parecía aceptable para un quehacer donde la cultura debería estar presente. Finalmente, llegamos a la composición que mencionamos en el párrafo de arriba. Nos correspondió redactar el texto de la nueva corporación y hacer todas las gestiones para que hubiera la cantidad necesaria de socios. Y se obtuvo la personalidad jurídica".

Para asegurar el financiamiento del teatro fue necesario, conforme lo exigido por Luciano Cruz Coke, ministro Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, hacer un concurso de arquitectura. Se designó un jurado formado por arquitectos y representantes de las autoridades: Víctor Lobos, intendente de la Región del Biobío; Patricio Kuhn, alcalde de Concepción; Juan Lund, jefe de la Unidad de Infraestructura del Gabinete del Ministerio de Cultura; Bernardo Daroch y Jaime Aravena, consejeros regionales del Biobío, y Juan Eduardo King, director Regional del Consejo de la Cultura y las Artes. Dentro de los arquitectos, estaban:

Cristóbal Molina Baeza
Cristóbal Molina Baeza

(Santiago, Chile, 1976)

Participó como coordinador del Área de Arquitectura del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Molina es doctor arquitecto por la ETSAB en España. Tiene un B.Arch y un M.Arch por la TSA Tulane University en Estados Unidos y el título de arquitecto revalidado por la Universidad de Chile. También es investigador especializado en políticas públicas de arquitectura, infraestructura y patrimonio. Impulsó la Línea de Arquitectura del FONDART, la Política de Fomento de la Arquitectura (2017-2022), la propuesta de anteproyecto de Ley de Fomento de la Arquitectura, entre otras iniciativas. Fue académico e investigador en la Universidad Diego Portales. El año 2017 recibió el premio Alfredo Johnson del Colegio de Arquitectos de Chile y la medalla al aporte institucional a la arquitectura de la AOA.

Antonia Lehmann Scassi-Buffa
Antonia Lehmann Scassi-Buffa

(Santiago, Chile, 27 de abril de 1955)

Premio Nacional de Arquitectura del Colegio de Arquitectos de Chile 2004 (la primera mujer en recibir esta distinción). Es chilena y estudió en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Al egresar trabajó en la oficina de Christian de Groote hasta que, en 1983, formó Izquierdo Lehmann Arquitectos, junto a Luis Izquierdo. A comienzos de los años 90 ejecutaron, junto a Raimundo Lira y José Domingo Peñafiel, el primer edificio de oficinas en hormigón visto (El Golf, en Las Condes, Santiago de Chile), con aristas verticales continuas impecables, lo que parecía imposible para la época en nuestro país. Entre sus obras más icónicas se encuentran los edificios Cruz del Sur y Manantiales. Éste último fue elegido en 2004 por el MoMA de Nueva York entre los 25 mejores proyectos en altura de la década. En 2011, el presidente Sebastián Piñera la convocó para encabezar la Comisión Asesora Presidencial para la Nueva Política Urbana de Chile, instancia que desembocó en la creación del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano (CNDU).

Francis Pfenniger
Francis Pfenniger

(participó como representante del Colegio de Arquitectos de Chile)

Prestigioso arquitecto, con gran experiencia en diseño y construcción prefabricada, acero, madera y hormigón; estudió arquitectura en la Pontificia Universidad Católica de Chile (1969-1974) y es profesor asociado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Además, cuenta con amplia trayectoria en proyectos y consultorías en vivienda social, espacio público, vivienda de emergencia, hotelería y proyectos de investigación, entre otros. En 2022, recibió la distinción universitaria “Arquitecto Claude Francois Brunet de Baines“, otorgada por la Universidad de Chile.

Mauricio Pezo y Mauricio Pezo y Sofía von Ellrichshausen
Mauricio Pezo

(Renaico, Chile, 1973)

Participó como arquitecto elegido por los concursantes. Arquitecto de la Universidad del Bío-Bío y Magíster en Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile, dirigente del Movimiento Artistas del Sur (MAS), Premio Arquitecto Joven otorgado por el Colegio de Arquitectos de Chile en 2006 y el Premio Municipal de Arte en 2013. Desde el año 2000, trabaja como profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Bío-Bío y de manera independiente con su esposa, la arquitecta Sofía von Ellrichshausen (Bariloche, Argentina, 1976), cuyo estudio ha sido distinguido en varias oportunidades.

Antonia Lehmann Scassi-Buffa Antonia Lehmann Scassi-Buffa
Giancarlo Mazzanti

(Barranquilla, Colombia, 1963)

Invitado como jurado internacional por el área de Arquitectura del Consejo de la Cultura. Este reconocido arquitecto egresó de la Universidad Javeriana de Bogotá, en 1987 y estudió un postgrado en Historia y Teoría de la Arquitectura y Diseño Industrial en la Universidad de Florencia, Italia, en 1991. A nivel internacional también ha dictado clases en universidades como Princeton y Harvard. Ha sido, además, conferenciante invitado en Pratt, Yale, Berkeley, Columbia, Universidad de Valencia, Instituto tecnológico de Delft, entre otras. En su amplia trayectoria profesional de más de 25 años, se destaca por su enfoque innovador y su compromiso con la transformación social a través del diseño del entorno. Gracias a sus obras públicas de gran impacto fue uno de los artífices del renacimiento de la ciudad de Medellín, Colombia. Su profunda vocación social busca que sus proyectos aporten valor a las transformaciones sociales y construyan comunidades. Su arquitectura se centra en mejorar la calidad de vida y promover la igualdad. A través de su obra, busca construir nuevas identidades para ciudades, pueblos y habitantes, superando estereotipos negativos y contribuyendo al desarrollo de América Latina y Colombia.

Su trabajo ha recibido reconocimiento a nivel mundial y ha sido exhibido en numerosos escenarios internacionales. Ha sido ganador de la XX Bienal Colombiana de Arquitectura en la categoría de espacio público 2006; ganador en la Bienal Iberoamericana en la categoría de Mejor Obra Arquitectónica 2008 Lisboa, Portugal; ganador en la Bienal Panamericana de Arquitectura en la categoría de diseño arquitectónico 2008, Quito, Ecuador; ganador del premio colombiano Lápiz de Acero y Lápiz de Acero Azul en la categoría de diseño Arquitectónico 2008; merecedor del Global Award for Sustainable Achitecture 2010, Paris, Francia, y reconocido por la revista FastCompany como una de las top 10 compañías arquitectónicas más innovadoras. Una de las mayores distinciones de Giancarlo Mazzanti es ser el primer arquitecto colombiano en tener obras en la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa) y sus estudios investigativos han sido expuestos en el museo Reina Sofía de Madrid y en el Strelka Institute de Moscú.

Se presentaron 28 proyectos a la convocatoria, según King “todos, en verdad, muy buenos. Cumplían las exigencias y cualquiera que se eligiera daría satisfacción a lo que se esperaba”. Fue el arquitecto colombiano Giancarlo Mazzanti, quien se inclinó desde el principio por el que resultó ganador y que, ya construido, lo vemos junto al río Biobío: “Es el único que marcará diferencia, que será símbolo de la ciudad”, decía. La propuesta ganadora de los arquitectos ganadores Smiljan Radic, Eduardo Castillo y Gabriela Medrano, conceptualmente propuso la idea de un “teatro embalado” que sirva como un “embalaje para la ficción” y “envuelva” cultura. La fachada del edificio utiliza una membrana de politetrafluoroetileno (PTFE), fabricada en el extranjero por Castro Rojas y se fijó a la estructura que la soporta mediante extrusiones de aluminio y pernos de acero inoxidable. Abarca una superficie de más de 8 mil metros cuadrados, convirtiéndose en la fachada textil más grande de América del Sur.

Con la idea de crear un edificio que fuera su “propia publicidad”, el equipo liderado por Radic elaboró una propuesta que describió como una gran “lámpara urbana: a través de un juego de luces y sombras provocadas por un manto exterior, buscando que los asistentes sintieran el misterio del teatro incluso antes de ingresar al recinto. Cuando un evento esté sucediendo adentro, el edificio se encenderá y todo el mundo alrededor sabrá que algo se está llevando a cabo”. Para Gabriela Medrano, ésa era una de las propuestas principales del proyecto. Otra consistió en generar un volumen de aire interior, conformado por un espacio común que cambie durante el día, dejando zonas libres de doble o triple altura, entre las cuales se incluyen las circulaciones verticales y perimetrales. El equipo de arquitectos diseñó una gran zona o hall central, pensado como el lugar de encuentro de los asistentes previo a alguna función, como ocurre en los grandes teatros europeos.

Para ello, el equipo de arquitectos diseñó una retícula estructural de hormigón armado, rodeada de un gran andamiaje o esqueleto, que a su vez está recubierto por una gran membrana que genera un juego de luces y sombras entre su interior y exterior. Esta retícula estructural con módulos de 3,9 x 3,9 metros, ubicados dentro de un volumen de 9.650 m2, ordena y contiene todos los programas escénicos, salas y espacios del teatro regional, los cuales se encuentran repartidos en seis pisos.

Debido a la orientación norte-sur del edificio, la luz interior de este espacio cambia dependiendo de la posición del sol durante las distintas horas del día, logrando un juego de luces. En la mañana se puede observar un lado que está muy amarillo y otro más neutro, y en la tarde una de las caras se pone más naranja y la otra se torna algo celeste. De noche, en cambio, deja que toda la estructura del edificio se vea y se convierta en esta lámpara que siempre se pensó. “Vivir este espacio por dentro, descubrir todo este aire y cómo la luz del sol va cambiando el lugar, le entrega distintas lecturas a un mismo lugar”, comentó Medrano.

El montaje de la membrana PTFE fue todo un desafío y obligó a investigar sobre el material, el procedimiento de instalación, sus características físicas y lo complejo que resulta su montaje con los vientos permanentes del borde del río: “Debido a que Smiljan había trabajado antes con este tipo de membranas, le pudimos dar al mandante todas las especificaciones técnicas del material exacto que necesitábamos para la obra”, explica la arquitecta Gabriela Medrano. Un especialista estadounidense entregó la información necesaria para que el ingeniero del proyecto pudiera calcular las cargas y todo lo relacionado con ellas. De acuerdo con Julián Corbett, director regional de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas del Biobío, este fue uno de los proyectos más desafiantes que le tocó gestionar, debido a su apego a una arquitectura purista y minimalista: “La gran cantidad de hormigón visto, el uso masivo de madera, vidrio y la gran membrana no son elementos habituales en este tipo de proyectos, en los cuales estucos, pinturas, molduras y revestimientos permiten corregir deformaciones de la obra gruesa. En el caso del TRBB no están presentes, obligando a ser precisos y rigurosos desde la instalación de la enfierradura que recorre toda la estructura del edificio”, explica.

Según King es “lo que deseábamos con el proyecto original: que fuera algo especial. Que lo que en él ocurriera no fuera indiferente para nadie, incluso a quienes sólo lo vieran por fuera. Como hemos dicho, que sirviera para mejorar el alma colectiva de la ciudad y la región”. Si vemos los premios internacionales y nacionales a los que ha sido merecedor el Teatro Regional de Bío Bío (como finalmente fue nombrado por el Gobierno Regional) la elección fue buena. El proyecto fue nominado para el Premio Beazley Designs of The Year 2018, otorgado anualmente por el Museo del Diseño de Londres. Y fue elegido de forma compartida con Casa de Música diseñado por el Colectivo mexicano C733, como ganador del Gran Premio en la Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito BAQ en 2022.

Por su parte, Smiljan Radic (Santiago, Chile, 21 de junio de 1965), el líder del proyecto de arquitectura del teatro, es arquitecto de la Pontificia Universidad Católica de Chile con estudios de Estética en la Universidad IUAV de Venecia en Italia y también ha obtenido importantes reconocimientos profesionales: En 1994 ganó el concurso internacional Platía Eleftería, en Iraklio, Creta; en 2001, obtuvo el premio al Mejor Arquitecto Joven por el Colegio de Arquitectos de Chile, y en 2018 fue reconocido por la Academia Americana de Artes y Letras de Estados Unidos con el premio en memoria de Arnold W. Brunner por su “contribución significativa a la arquitectura como forma de arte”. En este sentido, Annabelle Selldorf, arquitecta alemana y presidenta del jurado, describió el trabajo del profesional chileno como la capacidad de “crear fuertes espacios atmosféricos que resuenan profundamente y trascienden lo visual”.

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Como el propio Smiljan Radic declaró en entrevista para ArchDaily sobre el Teatro Regional del Bío Bío: "Esconder siempre significa mostrar algo de otra manera. Es una obra que tiene connotación pública, social y política. En cuanto a la arquitectura tiene mucho de experimentación. Que se haya hecho este edificio es importante. Humildemente, dentro de la arquitectura nacional, creo que es un punto importante, no porque el edificio sea bueno, sino porque el edificio tiene grados de experimentación que normalmente en la arquitectura pública chilena no se consideran”.

Terminó el gobierno de Sebastián Piñera, dejando su promesa cumplida: con el terreno formalmente destinado para su edificación; con una entidad propietaria; con un modelo de gestión y administración; con el proyecto de arquitectura financiado y concluido y con el financiamiento para su construcción. Sólo quedó como tarea no evitable su materialización, realizada por el gobierno posterior, de la presidenta Michelle Bachellet. Por esas cosas del destino, quienes no apoyaron el proyecto del teatro en su primer mandato, terminaron construyéndolo e inaugurándolo.

Y así regresamos a nuestro primer capítulo, cerrando el círculo. Ahora se entienden las palabras de Juan Eduardo King que escribí al iniciar este libro cuando le volví a insistir que me contara por qué en el terreno del Teatro Pencopolitano estaba el Teatro Regional del Bío Bío y no tenía ánimo para responder, porque: “simplemente, me complica volver sobre algo a lo que dediqué parte significativa de mi vida y que, debido a ciertos detalles de su gestión y administración, me produce algo de preocupación".

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