LUCIANO PAVAROTTI
Entonces, el periodista quiso que le contara cómo había surgido la idea de traer a Pavarotti a Concepción. Cómo nació este primer proyecto artístico y cómo lo logramos concretar, si ni siquiera estábamos constituidos formalmente aún.
“Bueno, nuevamente pasó eso especial que acompañó siempre a quienes trabajamos por construir el teatro. Una mañana mientras leía el diario, Valentina, mi esposa, cuando tomábamos desayuno, me advirtió sobre la venida de Luciano Pavarotti al Municipal de Santiago y me dio la idea de traerlo a cantar también a Concepción. Y yo la llevé al Directorio. Todos pensábamos que era muy difícil. Las agendas de artistas como Pavarotti están copadas por años, sin considerar a dónde lo llevaríamos a cantar, su costo, con qué acompañamientos y demás. La imprevista tarea parecía imposible, pero usando el refrán de “que no hay peor pelea que la que no se da”, porque esa está perdida de antemano, se resolvió que Antonio Celis y yo nos fuéramos a Santiago a estudiar con el Teatro Municipal si se podría hacer algo en conjunto o que nos dieran el contacto con el artista o sus representantes. Pensamos que visitar al embajador de Italia en Chile podría servir.

Ya en suelo santiaguino, nuestra primera visita fue al Teatro Municipal. No estaba su administrador, Andrés Rodríguez, por lo que nos recibieron otros funcionarios, quienes muy gentilmente nos dijeron que tal información no la podían dar. Tras sonrisas y buenas palabras había un “portazo en las narices”. Era evidente que a Pavarotti no lo compartirían. Con el ánimo en el suelo, fuimos a la Embajada de Italia. Aún sin haber avisado nuestra visita el embajador, nos recibió de inmediato. Gentilmente, nos dijo que haría las gestiones que pudiera, que le encantaría que Pavarotti fuera a Concepción. Nos agregó, eso sí, que en la oportunidad anterior que Luciano Pavarotti había venido a Chile, él lo había invitado para que se quedara en la Embajada, sin resultados. No había tenido respuesta. Antonio estuvo de acuerdo que la gestión había fracasado y que sólo restaba volver a Concepción. En la próxima sesión de Directorio, relatado el fracaso, no hubo comentarios. Era lo que se suponía.
LA NOTICIA DEL MUNICIPAL

Olvidado el tema Pavarotti, pasados algunos días, se instaló en la prensa el tema de “recursos para el Teatro Municipal de Santiago”. Estaba la discusión política de si se le debería mantener los recursos estatales o no, o disminuirlos. A pesar de lo mal que nos había ido en nuestra gestión, envié una carta a El Mercurio, defendiendo los aportes estatales al teatro, la que fue publicada. Al día subsiguiente de esto, Andrés Rodriguez, administrador del Teatro Municipal de Santiago, me envió los datos para contactarme con los representantes de Lucino Pavarotti. Sin más demora, hice el contacto, expresando nuestra ambición de que el tenor hiciera una presentación en nuestra ciudad. La respuesta no tardó en llegar: Pavarotti iba a hacer una sola presentación en Chile, que ya estaba comprometida. Tras este nuevo “no”, sólo quedaba resignarse, nuevamente.
Pasadas un par de semanas más, motivado todavía por la efímera ilusión de realizar una presentación artística como nunca antes en Concepción, escribí de nuevo, diciéndoles que, ya que una segunda presentación era imposible, viéramos otra para una próxima venida a Chile de Luciano Pavarotti. De pronto, sin aviso previo, estuvo en Concepción un ciudadano australiano, que llegó a verme a mi oficina. Venía en representación de la empresa que traía al tenor a Chile. Quería visualizar quiénes éramos los de la Corporación Teatro Pencopolitano, cómo era la ciudad de Concepción, dónde podría ser la presentación, etc. Nos reunimos varios directores con el inspector visitante en el salón Delano del Club Concepción para conversar distintas posibilidades. Para alojamiento, pensamos en la casa de huéspedes de Mininco o en el Hotel Araucano; para la presentación, le hablamos del Estadio de Fútbol Ester Roa, y así, entre otros detalles. En definitiva, nos dijo que él sólo informaba, su tarea era dar un informe técnico, la posibilidad de hacer una presentación cumpliendo las exigencias de calidad del artista.
En un momento en que salí de la sala de la reunión, me encontré con Ariel Ulloa, alcalde de Concepción, con quien tenía una vieja amistad desde cuando éramos estudiantes de la Universidad de Concepción y compartimos una pensión durante más de un año y medio. Tenía curiosidad y me preguntó derechamente por el tema Pavarotti. Finalmente, terminada la reunión y caminando junto al australiano por el centro de Concepción, me señaló, mirando por la calle Rengo hacia el cerro Caracol: “Es una ciudad verde”. Mi intuición me decía que su informe podría ser positivo para nosotros.
Pasadas las 10 de la noche, Ariel y su esposa llegaron a mi casa. Estaban muy interesados y vimos la posibilidad que la Corporación Teatro Pencoplitano lo hiciera en conjunto con la Municipalidad. Ariel y yo quedamos satisfechos. La reciente corporación, tenía el impedimento para celebrar contratos, porque no tenía todavía la personalidad jurídica. Eso se solucionaría a través de la Municipalidad, que firmaría el contrato y, además era dueña del Estadio de Fútbol donde, eventualmente, se haría la presentación.

Ariel Ulloa, Alcalde de Concepción.
LO ESPERADO: EL INFORME
Positivo resultó ser el informe sobre Concepción como localidad para que se presentara el gran tenor. Al tercer día de reunirnos con el australiano, apareció un segundo representante, un ingeniero comercial, alemán, que se encargaba de las negociaciones. Nos reunimos con él en una sala del Hotel Araucano, donde se había hospedado. En representación de nuestra Corporación, estuvimos presentes Tito Ansaldo, Werner Stehr, Mercedes Pujol, Carlos Von Plessing, Antonio Celis y yo. Después de los saludos, supimos que Luciano Pavarotti podría cantar por única vez en Concepción. Sin necesidad de preguntarlo, nos dijo que los honorarios eran un millón doscientos mil dólares. “¡Un millón doscientos mil dólares!” Creo que todos pusimos una cara contraída, un balde de agua fría sobre nuestras cabezas, era un nuevo “hasta aquí llegamos”. Estaba absolutamente fuera de nuestras posibilidades.
Diez segundo de tragar saliva y me salieron las palabras emotivas de la “última oportunidad”. Le dije que esa cifra estaba fuera de nuestras posibilidades, que éramos una agrupación de vecinos, que no actuábamos por beneficio económico para nuestra corporación ni para nosotros mismos. Nuestro trabajo era gratis. Que en la ciudad hubo un magnífico teatro destruido por el terremoto de 1960 y un incendio posterior; que la ciudad quería un nuevo edificio para las artes y que, a ese fin, ayudaría más de lo imaginado la presentación del más famoso tenor del mundo. Y agregué, no tendríamos problema en pactar la presentación de Luciano Pavarotti, pagándole con el producto de todas las entradas vendidas sin que la Corporación percibiera algo. En fin, todo por el gusto de tener aquí al mejor cantante del mundo, que habría de impulsar el proyecto del nuevo teatro por el sólo hecho de haber venido y cantado aquí.
La respuesta no se hizo demorar. Sin duda, lo tenían todo estudiado. Bien nos dijo, aceptamos el pago con el producto de las entradas, si la presentación es en el estadio de fútbol con asistencia masiva, que sin duda lo será. Pero agregó que de todas maneras debería asegurarles un piso de doscientos mil dólares. Valor que se descontaría del producto de las entradas si eran superiores a esa cifra. Deberíamos responder y resolver lo de la garantía antes del día viernes de esa semana o no habría convenio. Lo conversamos entre nosotros y con el resto de los directores. La esperanza cierta era que la Municipalidad se pusiera con la garantía. Lo comunicamos a Ariel Ulloa, quien quedó de verlo, agregando que le parecía posible.
Al día siguiente, fuimos a la alcaldía. Ariel dijo que sí se podía, pero tenía el temor que las personas con quienes habíamos hablado fueran unos estafadores. El hecho de haber obtenido la información de la empresa que representaba al cantante del propio Teatro Municipal, no lo convenció. Ahora la exigencia fue del propio alcalde: Si nosotros no garantizábamos a la Municipalidad los doscientos mil dólares que, a su vez, debería desembolsar para firmar el contrato, no firmaría nada y el concierto no se haría. Sólo teníamos unos días para obtener la garantía. Conseguimos que el Banco Osorno y La Unión nos apoyara y pudimos conseguir a ocho personas que se hicieron cargo de veinte mil dólares cada una con boleta bancaria de garantía: Werner Stehr, Tito Ansaldo, doctor Carlos Martínez, Ramón Domínguez Águila, Antonio Celis, Annika Blomstrom, Raúl Poblete y Eduardo Meissner. El saldo lo garanticé yo. A última hora, cuando el plazo estaba por vencer, nos hicimos presente en la alcaldía con lo solicitado. Ariel Ulloa todavía tenía dudas, pero terminó aceptando y se produjo la comunicación y el contrato quedó sellado ¡Cuando parecía que el éxito era inalcanzable, logramos salir victoriosos!”
PAVAROTTI EN CONCEPCIÓN

Pavarotti cantó en Chile, el 15 de enero de 1995. Y sólo lo hizo en Concepción. Lo acompañaron la soprano Cynthia Lawrence y el flautista Andreas Griminelli. Cantó ante un público de todas las edades que compraron más de 17 mil entradas, con lo que se pagó la garantía con creces. Se consiguió el Estadio de Fútbol para la presentación, la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción y toda la difusión que nos fue posible en la prensa, por radios, diarios y televisión.
Su llegada fue todo un acontecimiento, en avión privado. Lo esperamos en el aeropuerto Ariel Ulloa y yo. A su llegada al hotel había más de 500 personas esperándolo. Si, fue todo un acontecimiento. El Mercurio publicó: “La asistencia al Estadio Regional de Concepción para el único recital que ofreció en Chile el tenor italiano Luciano Pavarotti, superó todas expectativas y cada una de sus interpretaciones fue premiada con cerradas ovaciones” ( El Mercurio, 15 de enero de 1995).
El concierto de Pavarotti tuvo un efecto para nuestra corporación no imaginado. De pronto, todo parecía posible. Nos llegaban numerosas ofertas de presentaciones artísticas. En un momento, los socios superaron los dos mil quinientos, siendo la mitad de ellos, jóvenes estudiantes. Porque en las personas también hubo un efecto significativo. Cayó por tierra quienes creían que nuestra corporación quería construir un teatro sólo para unos pocos.
Además, se produjo una relación amistosa con Andrea Griminelli, quien incluso nos ofreció venir a tocar gratis a la inauguración del futuro teatro. Lo de Andrea da para un apartado completo que, en su momento, conversaremos.”